lunes, 7 de marzo de 2011

Transformación

Decir que eres ateo es como decir que eres homosexual en un mundo de heterosexuales. O que ya no eres virgen en una sociedad puritana. Al mismo tiempo, produce una sensación de libertad tremenda el finalmente aceptar públicamente -aunque sea en un blog polviento y olvidado como éste- lo que eres: Ateo, homosexual, pecadora malsana,llámale como quieras.

No puedo dejar de pensar en esos cuentos donde el vampiro neófito que recién ha sido transformado se niega a perder su humanidad, atormentado, avergonzado de ser lo que es; mientras su creador se empeña en convencerlo que ser vampiro es ser superior a los humanos y que debe estar agradecido por haber sido “transformado” aún sin su permiso. Mi teísmo me fue arrebatado, no solo por una persona, o personas, sino por una serie de ideas y experiencias que a través del paso del tiempo fueron tomando forma, haciéndose más fuertes, desplazando en mi mente a aquellas impregnadas por cientos de años de fe ciega, hasta que no me fue posible resistirme más al cambio. Hasta que dolorosamente tuve que aceptar que no era la misma persona y no lo volvería a ser.

Dolorosamente es una buena palabra para describir esa "transformación". Es dificil y doloroso aceptar que donde siempre creíste había algo, no existe nada. No hay otro dios con otro nombre, no hay karma o destino, ni ninguna palabra que pueda llenar ese hueco que queda. Los seres humanos no fuimos creados para ser ateos. Llevamos en nuestras venas la necesidad de creer en algo más fuerte y más poderoso que rige al universo y a quien le importamos tanto que nos ha prometido quitar de nuestro camino el miedo más grande que tenemos: la muerte. Gracias a esa necesidad humana innata, existen palabras como fe y esperanza que, ahora lo puedo ver con mas claridad, han sido de gran utilidad para una infinidad de individuos en aquellos momentos diíciles de sus vidas. El ateo no cuenta con eso, no cuenta mas que consigo mismo. No tienes otra oportunidad, no hay más. Lo que no hagas en estos setenta y pico de años que te toque pisar éste planeta, no será jamás. Ni existe la esperanza de un mundo perfecto listo para tí si eres bueno, das tu diezmo o te llenas de explosivos la barriga como tu dios te lo ordena.

No lo niego, a veces quisiera recuperar mi fe, volver a tener esa red de seguridad que me protegía de sentirme sola en este mundo. A veces me hace falta llenar ese hoyo pero a veces también, me siento finalmente liberada de esas ideas que no tenían sentido en mi mente y me torturaban al querer aferrarme a ellas. No hay vuelta atrás .

Por otro lado, tal vez por fin pueda poner orden aquí adentro y comenzar a vivir...