Cuando yo tenía como 12 años pensaba insistentemente en la existencia de los vampiros. Deseaba fervientemente que existieran, me apasionaba la idea que algún día uno de ellos llegaría por mi ventana y me llevaría con él para vivir por siempre. Si, lo se, estaba medio freak pero ese no es el punto el día de hoy.
Jamás en aquel entonces me imagine que en un momento de mi vida tendría que enfrentarme a vampiros reales que son todavía más aterradores que aquellos que buscaba con afán entre mis libros y películas.
Imagínate a un ser que es prácticamente invisible a tu vista pero sabes con seguridad que está ahí. Que no necesita alimentarse seguido, por lo que si por alguna razón pierde a su victima, puede esperar pacientemente durante 15 largos meses sin comer hasta que llegue otra persona que le provea alimento. Y si por error algún otro mamífero se atraviesa en su camino, puede, en circunstancias extremas, alimentarse temporalmente de su sangre. Resistentes a morir por métodos convencionales, difíciles de exterminar y fácilmente reproductibles. Una vez que los “invitas” a tu casa, no hay forma de deshacerte de ellos. Viven tan cerca de ti que es posible que ni siquiera los notes e inclusive puedes haber sido su victima y no saberlo.
¿Apoco no suena como una historia de terror?
Mi experiencia con estos vampiros de la vida real fue hace un par de meses en un hotel en Philadelphia, que cabe aclarar, tenía reputación decente. Pasé una semana durmiendo en dicho hotel y no noté nada raro (recuerda, son prácticamente invisibles). Al volver, por todo mi cuerpo, cada noche, comenzaron a salir ronchas e inmediatamente supe de que se trataba: chinches o bedbugs, como le llaman por acá.
Mi mayor temor era que me hubiera traído a los huéspedes malditos a la casa ya que como mencione anteriormente, una vez que entran, ya no salen.
Por supuesto que me dió un ataque psicótico de esos que nomás me dan a mí. Volteé la cama, desmadré mi colchón. Busqué detrás de los cuadros en la pared, entre los sillones, en cada grieta de mis paredes, debajo de todo tapete. No encontré uno solo pero las ronchas seguían apareciendo.
Frenéticamente realice mi búsqueda en Internet (por supuesto) y como se podrán imaginar, no sirvió más que para aumentar mi crisis emocional: Pueden esconderse en lugares tan estrechos como una tarjeta de crédito, no necesariamente bajo tu colchón, sino en cualquier parte cerca de donde tú duermes. Cualquier parte. Son prácticamente imposibles de exterminar. Leí anécdotas de gente que llegando a medidas extremas, había quemado sus muebles, ropa y mudado de casa... y insectos del diablo con ellos. Por supuesto yo después de leer ésto, sin poder dormir. Y sí, pueden infestar hasta la casa más fina en la ciudad, no tienen predileccion por clases sociales, estado económico o de higiene. Esto ultimo, confieso, me causó gracia.
Puse trampas en las patas de mi cama con la intención de atrapar alguno y demostrarle a mi marido que no necesitaba llevarme al psiquiatra (si, como a él no lo mordían). Y a propósito de lo mismo, puedes ser mordido por meses y ni siquiera saberlo, ya que no todas las personas son alérgicas a su saliva.
Nunca atrapé una maldita cosa. Nunca encontré evidencia de su presencia en mi casa aunque debo confesar que una vez disecté un pobre escarabajo hasta arrancarle las alas para estar segura que no era uno de ellos (el escarabajo ya estaba muerto cuando lo desmembré, para que todos aquellos que defiendan los derechos de los animales puedan respirar). Mis ronchas desaparecieron repentinamente tal y como vinieron y para explicar lo sucedido, tengo algunas teorías:
1. Se dieron cuenta que había descubierto su plan macabro de pasar desapercibidos viviendo la buena vida en mi casa y decidieron que no valía la pena entablar una guerra sangrienta con una loca psiquiátrica por lo que se mudaron a la casa de mis vecinos, víctimas más inocentes y fáciles.
2. Están hibernando. Pacientemente están esperando a que me olvide de ellos o le crea a mi marido que estoy loca y retire todas las trampas que están en las patas de mi cama para salir a realizar un ataque sorpresa. Al fin que pueden esperar por mí durante 15 laaargos meses…
3. Según unos de los websites que consulté, las ronchas pueden aparecer con un efecto retardado, es decir, te muerden hoy, te sale la roncha (las marcas del salvaje abuso sobre tu cuerpo) hasta 9 días después del ataque. Esto tendría sentido, ya que como a los 10 días de haber llegado a casa, mis síntomas desaparecieron…
Si a alguien le interesa el tema, aquí esta uno de los websites que consulté para que lo visiten y comprueben por sus propios ojos lo que estos seres salidos del infierno pueden hacer en la mente y los cuerpos de las personas: http://bedbugger.com/
Happy Halloween!!
lunes, 6 de octubre de 2008
A propósito del Halloween
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